Crezca
el honor de la espiga y el trigo
Crezca
el honor de novios y padrinos
Crezca
el honor de los mozos y mozas
Crezca
el honor de la espiga y la rosa
Con
un sí que dio la novia
A la
puerta de la iglesia
Con
un sí que dio la novia
Entró
libre y salió presa
Crezca
el honor de la espiga y el trigo
Crezca
el honor de novios y padrinos
Crezca
el honor de los mozos y mozas
Crezca
el honor de la espiga y la rosa
Qué
bonita está la sierra
Con
el tomillo florido
Más
bonita está la novia
Del
brazo de su marido
Nuevo Mester de Juglaría
Suenan campanas en San Andrés, con ritmo alegre,
no como de difuntos o de maitines. Apenas despunta el sol detrás del cerro
socorro, y más parece momento de ir a la procesión del Rosario de la aurora o a
ver salir las turbas de El Salvador. Pero no, hoy es un día especial. Todo es
actividad en casa de Milagros, hoy es el día esperado, el día preparado. Hoy es
el día de la boda.
A las siete en casa de Obdulia, a las ocho en
casa de Gregoria, a las nueve en casa de Petra, a las … en casa de cualquiera
de las mozas que en plena juventud, rozando los veinte años, se preparan para celebrar
con orgullo e ilusión el día de su boda. Puede que hasta el momento, este sea el
día más importante de su vida, que luego quedará relegado por otros muchos días
más importantes de su vida, protagonizados en los más casos por sus hijos y
luego por sus nietos y biznietos.
La novia lleva un vestido negro, único para la
ocasión o en algún caso heredado de una hermana mayor, que ha quedado guardado
en la casa como “oro en paño” esperando tan señalada celebración. La cabeza
coronada con una sencilla mantilla blanca, de la abuela, o de una vecina que es
más que familia. Vista desde cerca se reconoce como una verdadera obra de arte
de fino encaje de bolillos, tejida por manos delicadas casi angelicales de
alguna otra moza o en el recato de algún convento.
Completa el conjunto un fastuoso ramo de
flores, blanco y rosado con un delicado lazo en la base y una disposición que
facilita el soporte sobre el brazo. Está tan cuidado que hace falta acercarse
para descubrir que realmente son de plástico o de tela, y que habitualmente no
es su primera ceremonia nupcial. Una flor hurtada al ramo adorna el ojal de la
novia, iluminando para la fiesta el traje negro.
El novio viste un discreto traje también oscuro,
adornado miméticamente en su ojal con otra flor igualmente robada al ramo. El
pañuelo blanco con la inicial bordada por la novia, perfectamente doblado se
aloja curioso en el bolsillo superior de la chaqueta y una estilizada corbata
negra aprisiona el desacostumbrado cuello de la inmaculadamente blanca camisa.
El cortejo, apenas unas docenas de personas
entre familiares y vecinos, acompaña el caminar de la pareja hasta la iglesia
cercana.
El gasto, convite preparado para agasajar a los
invitados, siempre chocolate y bollos, o magdalenas preparadas el día anterior
por la propia novia como en el caso de Gregoria. En unos casos se improvisa en
la propia casa un salón de capacidad suficiente, trasladando parte del
mobiliario de la sala principal a otras habitaciones adyacentes. Los más acuden
a la Barinba en la calle de los tintes.
Si además tenemos comida, más frecuente en
bodas de pueblo, como cuentan Obdulia y Ángeles, unas buenas sartenes de carne
frita de cordero en el salón social del ayuntamiento, prolonga la celebración.
En algún caso se completa con una cena de buenas judías.
Y que no nos falte el baile, que Loli y Carmen
recuerdan en dos afamados salones de Cuenca: La Casa Cartón y El Tubo. Si
además tienes la suerte de ser músico como Aniceto, cuentas con los
profesionales de la Banda para amenizar tan importante velada.
Bodas religiosas, sentidas y duraderas que
llegan a ser primero de Plata y luego de Oro para volver a celebrarlas como
Eloisa con hijos y nietos.
Los menos tienen un viaje de bodas a Madrid,
que Carmen, Loli y Ángeles recuerdan como apasionante. Petra en cambio no tuvo
tiempo, el ahora marido marcha a la siega al día siguiente de la boda y una se
queda temporalmente “compuesta y sin novio”.
Buen momento para recordar, tiempos pasados,
vividos y en ocasiones casi olvidados de no repasarlos, tanto que a veces
necesitamos hacer cuentas para concretar el año, que el día y la hora están
bien grabados. Ahora cuando se les trae a la memoria, suman melancolía y
añoranza por quienes ya no están, pero también afloran una sonrisa y muchos
buenos recuerdos de toda una vida pasada.
¡¡Vivan los novios!!
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