Me llamo
Fausto y desde 2013 soy voluntario cultural del programa Biblioteca Solidaria
en Cuenca. Tenía la idea de dedicar parte de mi tiempo a ayudar de alguna forma
a los demás, y encontré en este proyecto que podía hacerlo apoyándome en una de
mis aficiones que es la lectura.
Estoy trabajando
con un grupo de mayores que hemos configurado bajo la denominación de Taller de
Lectura “Paseo del Huécar”. Una
vez a la semana reúnen entre 12 y 15 mujeres (solo tenemos a un hombre que
actualmente por problemas de visión no puede venir) en el Centro de Mayores
Cristo del Amparo. Todos los miembros del taller son buenos aficionados a
la lectura, ésta se combina con canciones y conversación haciendo que las sesiones sean
verdaderamente divertidas.
Dedicamos las
tardes a leer en voz alta, ya sea una novela, una poesía (que puede acabar
cantándose), un ensayo, un relato breve o un álbum ilustrado,…, haciendo
paradas a cada momento para comentar y opinar sobre lo que estamos leyendo y lo
que esto nos sugiere.
Una sesión
preparada entorno a un texto como el Lazarillo de Tormes, puede acabar meses
después en la puesta en marcha de una exposición sobre Oficios perdidos. Una
novela autobiográfica de Miguel Delibes, con el cáncer de su mujer como tema
central, puede derivar en una tarde hablando de cómo se celebraban en Cuenca las bodas en los años cincuenta, con bollos y chocolate en casa de la novia, o
con baile en “La Casa Cartón” o en “El Tubo”.
Personalmente,
esta es una actividad que me aporta muchas satisfacciones. Me permite conocer
de primera mano la historia reciente de mi entorno contada por sus
protagonistas, puesto que los debates y las tertulias se llenan inevitablemente
de experiencias personales. Además percibo y me siento un humilde protagonista
de la evolución experimentada en las habilidades lectoras de los miembros del club,
que en muchos casos no tuvieron la suerte de ir a la escuela y todavía a pesar
de su edad mantienen intactas sus ganas de aprender. Estoy seguro de que la
lectura en voz alta de los textos que trabajamos, el estudio de la biografía de
los autores y la revisión que hacemos del entorno social y político en que se
desarrolla la acción de las historias, exigen a todos los miembros del club la
activación de la memoria y la práctica de una verdadera escucha activa.
La colaboración
del centro de mayores, y desde luego la cobertura del programa Biblioteca
Solidaria, simplifican enormemente la gestión de un proyecto como este. Además
la posibilidad de reutilizar experiencias de otros talleres, junto con las
acciones formativas programadas, garantizan el correcto funcionamiento del
Club, mejorando la satisfacción de los participantes.
No obstante, tengo la impresión de que todavía podemos evolucionar con la incorporación de nuevos voluntarios que traerán nuevas ideas y otros enfoques. Para ello sería necesaria una mayor difusión del programa y del trabajo que gracias a él se viene realizando en nuestra ciudad.
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